<Débil mortal no te asuste
mi oscuridad ni mi nombre
en mi seno encuentra el hombre
un término a su pesar.
Yo, compasiva, te ofrezco
lejos del mundo un asilo,
donde a mi sombra tranquilo
para siempre duerma en paz>.
Así comienza la Poesía llamada Canción de la Muerte de José de Espronceda (1808 – 1842), considerado el más notable de los poetas románticos españoles. Tuvo una vida marcada por encarcelamientos y destierros. El contacto con la poesía romántica europea, sobre todo Lord Byron, influyó en él de tal manera que orientó su propia producción poética hacia un romanticismo exaltado, pletórico de ritmo, color y fantasía.
En este poema, Espronceda nos da una imagen liberadora de la muerte, es algo real e identificable para el ser humano. Somos conscientes que, algún día nos llegara ese día. La muerte es descanso, paz, un lugar acogedor para el ser humano cuando viene a buscarnos. El dolor del alma desaparece cuando ella llega y todo se vuelve tranquilidad, serenidad. Es una nueva vida lejos del dolor que sufrimos en el valle de lágrimas que es la vida.
<Soy melancólico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer,
y aduerme al hombre, y sus sienes
con fresco jugo rocía
mientras el ala sombría
bate el olvido sobre él.
En mi la ciencia enmudece,
en mi concluye la duda
y árida, clara, desnuda,
enseño yo la verdad;
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad>.
La muerte conoce la tristeza y melancolía que lleva consigo, pero también es amor a la vida. Es presentada como un enigma, algo que la ciencia no sabe descubrir; pero esto no significa que no tenga sentido o que no sea explicable, ni mucho menos, ya que, justamente encierra la verdad de la fugacidad de la vida, es decir, la intrínseca temporalidad de la vida que, con la muerte, termina, llegando así a la eternidad.
La muerte es el paso de lo terrenal, de lo temporal, a lo eterno. Nuevamente el poeta nos muestra a la muerte como un momento de descanso. Dejamos de sufrir y todo es tranquilidad, dejarse llevar y, sobre todo, dejamos de ser nosotros mismos. Hay una transformación
La muerte nos libra de todos los males de este mundo, de todas sus mentiras y maldades. El poeta se pone en la piel de la propia muerte y por eso es comprensivo con ella, entiende el porqué de lo que hace y también del sufrimiento que lleva consigo la propia muerte.
<Cierre mi mano piadosa
tus ojos al blanco sueño
y empape suave beleño
tus lágrimas de dolor.
Yo calmaré tu quebranto
y tus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de tu herido corazón>.
Solo un poeta como Espronceda puede crear vida a partir de la muerte, y dar belleza a oscuras palabras con una calidez humana sin igual.

Doctoranda en Literatura Inglesa, especialidad literatura gótica. Licenciada en Filología Inglesa. Experta en Coaching Educativo y Docencia del Inglés en secundaria. Máster en ELearning y Redes Sociales.